Acá estoy con mi primer escrito/artículo/nota mental/ nómbralo como tu gustes, pero esta soy yo.
Mi primer viaje al Sudeste Asiático, tal vez lo que más me emocionaba era poder encontrar un poco de paz conviviendo con esos «seres de luz» que se veían tan lejanos, pero seguro traerían la solución y calma a mis pasados días de estrés y confusión.
La verdad es que yo viajo sin planear, investigo muy poco antes; pongo un dedo en el mapa y que el destino y mis decisiones me lleven. Lo único que sabía era que quería ir a todos los templos posibles y respirar ese aire que los monjes respiran y los hace tan especiales, tan de otro planeta…igual y algo se me contagiaba y me volvía un poco como ellos.
En fin, ahí estaba después de 38 horas de viaje en mi primer destino, Siem Reap (Cambodia). Sabía que ahí sería mi primer encuentro con los monjes, ¿qué les diría? no sabía, solo quería que me dieran un poco de su calma.
Estaba preparada física y mentalmente… ok quizás físicamenre no, un largo vuelo sin dormir y una diferencia de 13 horas adelante me tenían medio mareada pero con muchas ganas.
Con cámara en mano me disponía a ir a los templos, hasta que alguien en el hostel me detuvo y me dijo que si iba a Angkor sería necesario me cambiara de ropa, ya que no podía mostrar los hombros ni las rodillas. ¿Qué? ¡Pero si estamos a 38 grados! ni modo, volví a la habitación a ponerme jeans y playera, sin quejarme. Pero llegó la peor noticia de todas, camino a los templos el guía mencionó que estaba prohibido para las mujeres hablar a los monjes y mucho menos tocarlos, ya que representaba cierta tentación para ellos, que deben vivir alejados de cualquier lujo o tentación, ¿En serio? Joder, estaba sudada y cansada, ni yo me causaba tentación al espejo; pero no quería causar problemas, así que un tanto desilusionada me dediqué a observarlos de lejos y fotografiar sin interrumpir su camino y evitando a toda costa que nuestras miradas se cruzaran.
A pesar de la distancia y que no hubo ese encuentro directo me transmitieron paz, y estoy segura que algo de su luz entró en mí. No sé si fue su magia, el lugar o el tremendo atardecer que vi, que sin cruzar palabra alguna todo valió la pena.
Acá algunas fotos paparazzi de ese gran momento.
Sugerencia para ver las fotos: Respirar profundamente y poner una música calmadita de fondo. ¡Disfruta!