Lo primero que noté cuando llegué a Bali fue el olor. En todas partes está muy presente el olor de las flores y el incienso, es un aroma que permanece grabado en la mente, en el corazón y que impregna la piel.
Es la sinfonía perfecta junto con la sonrisa de los balineses, ese gesto sincero que te hace sentir como en casa y nunca quieres irte.
Mis días en Bali eran bicolores, todo era azul y verde. Los bellos paisajes estuvieron presentes en cada uno de mis paseos. Los templos, las playas y los campos de arroz fueron capturados en estas fotografías…estas fotografías que parecen emitir un delicioso aroma.